¡Lo que no haya intentado Elvis Costello, madre mía! Intentado y conseguido en mi opinión, seamos subjetivos por un rato. Después de experiencias jazzisticas y coqueteos con la música clásica, y tras haber explorado todas las formas de la canción en el pop y rock, hace aquí su tercera colaboración con The Imposters, un disco fresco como una lechuga. Canciones enérgicas que destilan rock defendidas y cantadas como si fuera un adolescente (nacido en el 1954), con algunos momentos de ese pop elegante y maduro del que ha dado buena cuenta en discos como North. Con la compañía de Lucinda Williams, muy rockera en un número y de la elegante y siempre amable Emmylou Harris en tres de los otros cortes, este disco del 2004 (ahora en 2008 acaba de sacar su Momofuku, de nuevo con The Imposters) augura que tendremos Elvis Costello para rato.

Aunque es un tipo que levanta por igual pasiones en unos como es detestado por otros debido a su a veces histriónico estilo, creo que su trayectoria está fuera de tacha, dado que este out-sider excéntrico ha vivido estéticamente al margen de la «corriente mayoritaria», y son ya unos cuantos discos (empezó su carrera en 1970) los que atesora a sus espaldas.

Creo que este es un buen disco con el que acercarse al imaginario de Declan Patrick MacManus (su verdadero nombre) para los que no lo hayan escuchado antes. Un disco refrescante para el verano, pero no refrescante como un helado en la playa, por cierto.

link a spotify: Elvis Costello & The Attractions – The Delivery Man (estos del espotify también se pinzan a veces, exonérenlos por el momento. ¡Anda que The Attractions!)

 

Omar Sosa – Mulatos

junio 21, 2008

Link a spotify: Omar Sosa – Mulatos

Pianista y compositor, Omar Sosa viene a devolvernos lo que siempre nos perteneció, tradición y contemporaneidad, la posibilidad de ser un hombre de su tiempo sin perder contacto con las raíces. Algo que me parece extraordinariamente sano en los días que corren,y en lo que no profundizaré por el momento para no alejarme más, si cabe, del tema que me ocupa.

Ternura, el número* con que se abre este Mulatos, arranca con tres notas a modo de llamada y una escala de piano que apunta hacia arriba para despistar. Lo que lleva todo el veneno y sabrosura es ese contrabajo que arranca inmediatamente después con un glisando, y nos sumerge en el espíritu del tema. ¡Cuánta madera que se oye!

Pero entre melodías, solos y pasajes musicales, muy a lo cubano y al igual que el contrabajo, evocando a Israel López Cachao y a sonidos de otro tiempo (no en vano aparece en este tema el clarinete de esa bestia de la música cubana que es Paquito D’Rivera), un coro lejano entra y sale repitiendo la frase: «Oye negra!» Y este «oye negra» se me enredó en el subconsciente, de manera que me encuentro a menudo tarareándolo mentalmente, envuelto en una atmósfera hipnótica que trato de recordar más claramente.

Porque vuelvo a este tema una y otra vez, y ya se ha convertido en parte de la banda sonora de mi vida, estoy aquí escribiendo sobre este disco y no sobre su último trabajo «Afreecanos».

Y es que en la música de Omar Sosa conviven y dialogan de manera armoniosa sonidos e instrumentos de la vieja Europa, Nueva York, Los Ángeles, África y Asia, sin faltar ese elemento electrónico, que aunque sutil, le da una capa de actualidad sin quitarle un ápice de naturalidad. Esto puede parecer difícil de conjugar, pero el resultado es ciertamente asombroso. Esta música parece destinada a perdurar, pero esto sólo el tiempo lo dirá.

Todo se guisa en desde Barcelona, pero el horno es de esa Cuba que no parece tener fin a la hora de aportar música y músicos. ¡Cuánto les debemos a los cubanos por mantener esa llama viva que de otra manera, algunos no hubiésemos podido ni intuir desde el viejo continente, y que es, más que música, una manera de sentir! No me cabe duda de ello. Yo por mi parte, en deuda me siento.

Bye!

PD: gracias a Alex «viejo pintor« Martínez, por ayudarme en los comienzos de este blog. No prometo no necesitar más de tu ayuda, bro!

*Para los aficionados a la palabra:

DICCIONARIO DE LA LENGUA ESPAÑOLA – Vigésima segunda edición – Número; «m. Cada una de las partes, actos o ejercicios del programa de un espectáculo u otra función destinada al público.» En este caso, de un disco.

El título no podía haber sido más acertado. Un hombre, su guitarra y la noche. Un buen disco se puede escuchar a cualquier hora, pero tal vez si que haya música más apropiada para unos momentos. Para esta en concreto, se precisa de cierta predisposición emocional así como de la suerte de disponer del tiempo necesaro para poder pararse un rato y no hacer otra cosa mientras dura la audición, de manera que si yo tuviera que elegir o recomendar un momento para disfrutar de «One quiet night»ese sería cuando el sol se hubiera escondido, ya de madrugada, aprovechando la quietud de la noche. Música para escuchar en soledad, en esa soledad aceptada que sabe a cigarro y cosas antiguas, cosas como escribir a golpe de pluma y tintero, fumar en pipa o cerrar el ultimo bar abierto de un pequeño pueblo costero un lunes cualquiera. Una invitación a la introspección dejándose mecer con los vaivenes de la guitarra de este genial músico, sin duda uno de los más talentosos de nuestro tiempo.

Así pues, podría decirse que una virtud de escuchar un disco así es la desaceleración a la que obliga si se quiere disfrutar plenamente, alejándonos del ajetreo del día a día, del trayecto al trabajo, de las reuniones, de la frenética actividad social y tantas cosas que muchas veces nos llevan a saltar de un día a otro sin pausa y sin tiempo para escuchar desde el silencio, el cual es el lienzo sobre el que un músico trabaja. La tranquilidad con la que Metheny va construyendo los temas, enlazando los acordes y las melodías, sin prisa, con esa sorprendente habilidad para jugar adelante y atrás con el tempo de cada nota como pocos pueden presumir de haber logrado, tal vez a la altura del mismo Miles Davis en este aspecto, contando cada historia con la parsimonia del que no tiene prisa por terminar ni ha de gritar para que se le escuche, nos invita a un lugar donde ni las normas radiofónicas ni las modas existen, sino el placer de la música por la música.

De los 12 cortes que contiene el disco, nueve son de cosecha propia, todos ellos de aire claramente paisajístico y reflexivo, estilo que el guitarrista ya había experimentado en bandas sonoras como «A map of the world» usando una guitarra con cuerdas de naylon. De esas nueve, solamente «Last train home», tema que cierra el disco, no está compuesta expresamente para la grabación, habiendo aparecido originalmente en el álbum «Still Life (Talking)» de 1987. Dentro de este marco íntimo, Pat Metheny se regala incluir tres composiciones de su imaginario musical, resultando sorprendente el hecho de que cada una de ellas llega al disco de épocas y contextos artísticos bien distintos, hablándonos a través de las mismas de sus eclécticas influencias musicales. La que menos podría llegar a sorprendernos de las tres es la delicada revisión que hace del tema «My song» de Keith Jarrett, cuyo disco de mismo título (1978) es, por cierto, una referencia obligada del sello alemán ECM, ciertamente recomendable, en la cual el mismo Metheny editó algunos de sus primeros álbumes. Ferry ‘cross The Mersey 1965-, de Gerry & the Pacemakers (los cuales acuñan en su haber la versión de «You’ll never walk alone» que inspiró el conocido himno que comparten las hinchadas del Liverpool FC y del Celtic FC de Glaswow, original de Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II para el musical de Brodway «Carousel») se aleja sorprendentemente de la atmósfera jovial de pop inglés de la original, consiguiendo integrarla magistralmente dentro del espíritu reflexivo del disco. Por último, Don’t know why, de Jesse Harris & The Ferdinandos, más conocida por ser single del «Come away with me» de Norah Jones y por la que el compositor ganó un Grammy en 2003, en la categoría «canción del año» completaría el tracklist del disco.

Una curiosidad; Metheny usa una guitarra acústica barítono construida por la luthier canadiense Linda Manzer y cuyo sonido, más grave que el de una guitarra normal, es determinante para dar cierta profundidad a las interpretaciones de este disco, proporcionándole un barniz particular.

Bueno, hasta aquí esta primera entrega. Que este pequeño homenaje a Pat Metheny sirva como presentación de este recién estrenado blog. ¿Ya puedo decir que soy un blogger?

¡Gracias por haber leído hasta aquí!

Hasta ahora!!

enlace a spotify: One quiet night

Tracklist

1. One Quiet Night
2. Song For The Boys
3. Don’t Know Why
4. Another Chance
5. And Time Goes On
6. My Song
7. Peace Memory
8. Ferry Cross The Mersey
9. Over On 4th Street
10. I Will Find The Way
11. North To South, East To West
12. Last Train Home

Trago recomendado: nada demasiado fuerte. Una copa de buen vino noble, tinto, un crianza suavecito, bien equilibrado, por ejemplo.