Asociados (II): Dúos

enero 7, 2013

Si, son tiempos de crisis. He evitado usar la palabra en el blog y pasaré por encima de ella rápidamente, pero me sirve para explicar algo que viene sucediendo en el ecosistema de la música desde hace varios años. Ahora todo el mundo se fue al carajo, menos un montón de señores antipáticos y unos pocos a los que les perdonamos que les vaya bien (en España no hay de estos últimos, por más que su exito sea el resultado de un meritorio trabajo), pero los músicos llevan siglos encontrando fórmulas para seguir entreteniendo, sorprendiendo, divirtiéndose y experimentando aun si caen los famosos chuzos de punta… La música no se detiene, los músicos no se detienen, dando hoy una vuelta de tuerca más a la reducción de personal en el escenario, explorando el formato más reducido posible después del Yo, sumándose a la versión musical del llamado «Teatro de bolsillo», callejeando, sobreviviendo en los más recónditos pasajes de cualquier ciudad del mundo, pasando en la mismo noche de las más glamurosas salas a los más lúgubres tugurios (cuando estos existían!).

Introducción por peteneras y ahora, al lío.

Repasando mentalmente mi archivo discográfico de Jazz, me vienen a la mente algunos trabajos a dúo, obviando a propósito y sin maldad a los vocalistas acompañados de un instrumento armónico. Discos como el de John Coltrane y Duke Ellington, o la pareja Kenny Barron – Stan Getz en el doble People Time, ambos formados por un pianista y un saxofonista, otros como Beyond the Missouri Sky (short histories) de Pat Metheny y  Charlie Haden, guitarra y contrabajo, o los del mismo Haden con el mítico pianista Hank Jones (Stel Away, delicioso por cierto, y el segundo trabajo de la pareja Come Sunday del 2012 que está en mi lista de escuchas pendientes). Podríamos hacer una larga lista, seguro (ya me vienen a la mente otros que se van a quedar fuera, algunos realmente locos, vaya!).

Lo que no es tan común, desde luego, es que uno de los dos componentes del dúo sea un baterista. Recuerdo que Pat Metheny comenzaba una de las últimas giras del Pat Metheny group con una improvisación loca, mano a mano junto al batería Antonio Sanchez, el cual ocupaba una demarcación curiosa en el escenario, junto al guitarrista y sin peana, en vez de la clásica situación en el fondo sobre tarima. Pat Metheny buscaba entonces y lo sigue haciendo aun hoy,  el contacto visual directo con el batería, y ubica a este entre él y el bajista, generando esa nueva situación que ha de tener una influencia en el resultado musical, y que a fin de cuentas es lo que se persigue. A eso vamos ahora, ya que esta fórmula se está poniendo de moda por lo que parece. Es un formato fresco que permite una comunicación más directa entre la percusión y la melodía, una corriente mas fluida de energía, más electrizante. El bajista que hacía de intermediario y de mediador es eliminado.

La primera experiencia discográfica que me llama la atención en este sentido es «Friendly Travelers», de Wolfgang Musthspiel y Brian Blade, en el 2007. Las maquinitas de hacer loops anda por ahí, la influencia de la música electrónica, del hip hop es irremediable, la irrupción de la tecnología en los escenarios para suplir todo lo que se podía grabar en un estudio ha dado la vuelta y se ha convertido en un instrumento de estudio más.

Wolfgang Muthspiel & Brian Blade – Friendly Travelers

Hay un gran trabajo de composición en este disco, el señor Muthspiel es un tipo sesudo aun cuando los temas están firmados entre ambos, virtuoso, con un gusto a veces irregular pero un gran guitarrista en definitiva. Pero lo más interesante en este proyecto, a mi modo de ver, es la cantidad de ideas rítmicas, diálogos que el baterista establece con la guitarra, motivos locos producidos por esa mente diabólicamente juguetona, ese niño travieso con dos palitos y un montón de cosas a las que atizarle a gusto que es Brian Blade, un auténtico maestro de la música.

La verdad, en esto nunca podré ser objetivo ya que la batería siempre has ido mi instrumento favorito cuando hay un tipo con talento en las baquetas, de los que Brian Blade es sin duda uno de mis más admirados, el cual se despacha aquí a gusto para mi gozo. Dicho esto, el resultado es realmente coral, un «neck and neck» en toda regla, generando unos espacios (ese concepto espacial, dimensional de la música me encanta) poco habituales de encontrar en formatos más tradicionales, tríos, cuartetos, etc.. la mayoría!

El otro disco, obviamente, también es un dúo, aunque funcione realmente como un trío. Un disco más pausado en conceptos, pero tremendo cuando pensamos que eso que suena como un bajo y lo otro que suena como una guitarra, pues bien, los toca una única persona. Qué si, que algún listillo pensará -bueno, pero si toca primero una cosa y luego otra… así cualquiera – y no, no, no! Toca todo a la vez, de hecho tanto este como el anterior son discos directos, de mirarse, dale al Rec., de un dos tres y vamos hasta el final, como siempre, de toda la vida, como cuando la tecnología no permitía que se hiciera de otra manera.

Not Getting Behind is the New Getting Ahead

Link spotify / Charlie Hunter -Scott amendola: Not getting behind is the new getting ahead

«Not getting behind is the new getting ahead» es el disco del bajistaguitarrista lotocotodojunto Charlie Hunter y el batería Scott Amendola, en 2012. No escucharéis esos diálogos inteligentes entre ambos instrumentos que se plantean en el disco anterior, la batería es más funcional, más en un estilo rhythm & blues… pero por contra, la propia limitación técnica que supone tener que tocar bajo y guitarra a la vez hace que lo que sucede por encima sea interesantísimo, ver como Hunter va haciendo evolucionar los temas, en los que hay algunas texturas y pasajes realmente hermosos. Su manera de tejer pacientemente ideas musicales a lo que sumamos el sonido de guitarra tremendo que tiene, hacen de este disco uno de los imprescindibles del 2012, en mi lista al menos.

Yo creo que merece la pena escucharlos como siempre hacen mis queridos lectores, con mucho cariño, con tiempo, de forma activa, abiertos a ser transformados cada día por lo poético que sucede alrededor… y cuando lo consigan, me explicarán cómo hacerlo.

Para terminar de argumentar que no son producto de la casualidad los discos que hoy comento, Brad Mehldau y Mark Guiliana llevan un par de años tocando a dúo, teclas y batería, así como el guitarrista Wayne krantz con el propio Guiliana, y otros proyectos que seguro van a ser editados en 2013. Espero seguir aquí para contárselo.

Y a vosotros, visitantes no casuales del blog, esos que no sois japoneses en busca de una portada para el iTunes, por ejemplo, habéis de saber que le estoy cogiendo el gusto a escuchar cosas del año, frescas de temporada, a estar al día y no andar arrebañando en el baúl de las viejas cosas de otras épocas, que no digo que no las siga escuchando pero la producción musical actual me parece fascinante. Se hace muchísima música y de una gran calidad. De todos los estilos y épocas posibles, de músicos formados en escuelas con una visión actual y autodidactas a su vez, relacionados con la música popular así como con la experimentación, la técnica y conocimiento de su instrumento, los músicos de jazz y de clásica empiezan a no sentirse unos frente a otros… el panorama es alentador, hay un gran presente y esperamos grandes cosas para el futuro.

Y como es tarde ya, siempre escribo de noche…

«La botella se acaba antes de la una; / A las dos se cierra el libro; / A las tres los amantes descansan apartados, / cumplidos el amor y su comercio»

Con estos versos de Philip Larkin se despide un servidor hasta la próxima entrega. Si os animáis, en comentarios podrías aportar algunos discos a dúo que os hayan gustado, fomentando el feedback, que es muy triste pensar que las estadísticas del blog reflejan solo a los susodichos japoneses en busca de portadas!

Bye!

guitar solo transcription

guitar solo transcription

Normalmente prefiero que los alumnos saquen los solos y se los escriban, pero estas fiestas me ha dado un siroco y me he puesto a transcribir alocadamente, estudiando y de paso haciendo algo más que empacharme a dulces y beber cava y esas cosas. La verdad, no sé mucho de este grupo, el disco si que se encuentra por ahí pero no hay demasiada información, a parte de que el nombre del quinteto hace referencia al tema de Roland Kirk, cambiando Cuckoo por Chuck oo. Un poco de Swing de toda la vida en este que parece su único trabajo, Rojo Diablo. Y si, el tema es el mismo que versionaba en su día el grupo británico Jethro Tull.

Aquí os dejo el solo de guitarra de este tema que un alumno prepara para un combo, por si hay algún lector aburrido estos días y quiere practicar la primera vista, aparte de quien yo sé que si lo va a tener que estudiar.

Aquí el guión del tema: Serenade to a Cuckoo

El link al spotify del tema.

Serenade To A Chuck-oo – Serenade To A Cuck-oo

Mi constancia no se puede constatar facilmente, aunque creo que en este caso podré excusarme haciendo alguna cabriola, eso si, un tanto aparatosa. Sigo trabajando en la serie «Asociados» iniciada en el post anterior que pronto dará como fruto un par de nuevas entradas con las que voy a celebrar las 20.000 visitas al blog (¿Son muchas o pocas? ¡No lo sé! ¡Pero las voy a celebrar!).

Si bien es cierto que este disco viene aparentemente solo, se podría decir que está directamente relacionado (he aquí la cabriola) con el disco de Kim Kashkashian y Robert Levin, «Asturiana», comentado en esta página un poco más abajo. El concepto y la formación son prácticamente idénticas. Cambian los intérpretes y autores, y por ende las composiciones mientras que la instrumentación y la idea de elegir temas originariamente para piano y voz, canciones en definitiva, y sustituir en ellas la voz por la viola se mantiene tal cual. Entonces los protagonistas eran seis compositores, la mitad argentinos y la otra mitad españoles. En este caso los protagonistas son Robert Schumann y los poetas Heinrich Heine y Joseph von Eichendorff, a cuyos textos puso música el compositor alemán dándolos forma de lieder (canción). El título del disco, Lieder ohne worte, hace referencia a la ausencia de la voz humana en esta singular versión, pues la traducción literal (obtenida en la wikipedia y contrastada después en el traductor de google, son los tiempos que son…) vendría a ser «canciones sin palabras». Adoro la música de cámara, me encanta el pequeño formato. Uno se mira el ombligo, dos dialogan, tres forman una jaula de grillos, cuatro… no tiene por que ser así, pero me divierte la idea.

El primer grupo de canciones, Diecherleibe op. 48 (Los amores de un poeta), consta de dieciseis piezas sobre poemas de H. Heine y el segundo, Liederkreis op. 39 son doce textos del poeta Joseph von Eichendorff. En ambos casos las temáticas de la muerte y el amor (el mal de amores, se entiende) son recurrentes, al más puro estilo del romanticismo. Lágrimas, flores, corazones, angustias y penas, siniestros bosques de árboles sin hojas, traiciones…

Al ser temas tan breves, en cuanto uno se despista un momento se le han pasado cuatro o diez canciones sin darse cuenta, así que como siempre, la recomendación es disfrutar despacio, buscando el momento apropiado para dedicar, tanto a uno mismo como a la música, un tiempo de calidad en el que no haya interferencias para que el viaje resulte más estimulante y el masaje sensitivo más intenso.

Os dejo un par de textos y su traducción, el primero de cada grupo de canciones y links por si tenéis la curiosidad de leer más en algún momento. Con mis mejores deseos…

«Los amores de un poeta» (diecherliebe) de Robert Schumann

1. Im wunderschönen Monat Mai (Heinrich Heine)

Im wunderschönen Monat Mai,
Als alle Knospen sprangen,
Da ist in meinem Herzen
Die Liebe aufgegangen.

Im wunderschönen Monat Mai,
Als alle Vögel sangen,
Da hab’ ich ihr gestanden
Mein Sehnen und Verlangen.

1. En el maravilloso mes de mayo

En el maravilloso mes de mayo,
cuando todos los capullos se abrían,
fue entonces cuando en mi corazón
nació el amor.

En el maravilloso mes de mayo,
cuando todas las aves cantaban,
yo le confesé a ella
mis anhelos y deseos.

—————————————-

«Ciclo de canciones» (liederkreis) de Robert Schumann

In der Fremde (Joseph von Eichendorff)

Aus der Heimat hinter den Blitzen rot
Da kommen die Wolken her.
Aber Vater und Mutter sind lange tot,
Es kennt mich dort keiner mehr.

Wie bald, ach wie bald kommt die stille Zeit,
Da ruhe ich auch, (x2)
Und über mir rauscht
Die schöne Waldeinsamkeit, (x2)
Und keiner kennt mich mehr hier. (x2)

Lejos de casa

Desde mi tierra, tras los resplandores rojizos,
vienen acercándose las nubes.
Pero padre y madre llevan ya tiempo muertos,
y nadie más allí me conoce.

Qué pronto, pero qué pronto llegará el día callado
en que también yo descanse, (x2)
y sobre mí se oiga el rumor
de la hermosa soledad del bosque, (x2)
y nadie más aquí me conozca. (x2)

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Links: aquí los poemas de H. Heine: Dicheterliebe

aquí los de Joseph von Eichendorff: Liederkreis

y aquí el disco en spotify: Robert Schumann – Schumann: Lieder ohne Worte

Salud y hasta la próxima entrega.

ImagenJimmy Weinstein Group – Nostalgia – 1993

Inicio una serie de posts en la que los discos vendrán de dos en dos porque se asocian en mi vida por diferentes razones, unas veces afectivas, otras puramente musicales o bien por una mezcla de ambas. En este caso me ocupo de dos discos que compré a pie de escenario y que me ayudaron a transitar a tiempo real por un momento muy interesante del jazz, o de lo que algunos dieron en llamar «música creativa«. Los he recuperado estos días, el primero de una de esas muchas cajas que se hallan a la espera de que encuentre una ubicación más espaciosa para ser definitivamente desembaladas, el segundo por pura casualidad unos días después, mientras deambulaba por el Spotify en busca de algo que no recuerdo si llegué a encontrar.

A Jimmy Weinstein lo vi en la Galería Altxerri de Donostia, lugar que ha aparecido en entradas anteriores y volverá a aparecer porque en aquellos años 90 era prácticamente la única sala donde pasaba algo interante en este sentido (para ser justos en el Be Bop también, pero menos). Me viene a la memoria el olor del Cantábrico, las noches de un jueves cualquiera de otoño, lluvia, jazz, gigantescas olas en época de mareas vivas. Hermosa sensación recordarlo mientras escucho melodías que conforman el mapa sonoro de mi vida y que probablemente tienen gran influencia en como entiendo la música, como percibo el mundo. Con Jimmy Weinstein descubrí que un batería podía ser líder una formación y no solo eso, sino componer! Yeah! No es que no conociera antes algún disco de Art Blakey y sus «Jazz messengers» por ejemplo, pero a diferencia de este, Weinstein no era Historia de la música. ¡Aquello estaba pasando delante de mis narices!

Este disco me ayudó a comprender una nueva manera de emplear el concepto de «rubato», algo que se usa, se usó y se usará en música pero que en esta etapa representaba algo más que un recurso, casi una corriente filosófica. La ausencia de un tempo fijo, varios músicos tocando a la vez pendidos del aire, esa sensación etérea que se percibe ya con las cuatro o cinco primeras notas de Happy House de Ornette Coleman, tema de uno de los grandes innovadores en el jazz y un maestro del «stolen time», con el que se abre el disco. Ahí lo tienes. Jimmy Weinstein es una parte de mi educación musical, gracias ahora por todo.

Por si fuera poco, hay discos que pasan casi desapercibidos con una gran tendencia a ser olvidados, quedarse archivados en algún recóndito armario o disco duro de alguna pequeña discográfica proclive a desaparecer, y entonces chao… pero este disco lo reeditaron en 2007 y creo que es una gran noticia. Desde luego se merece tener ni que sea la posibilidad de permanecer para ser escuchado por alguien más en cualquier momento. Es por eso que hoy está en spotify y así parece tener garantizada su estancia con nosotros.

ImagenChris Cheek – A Girl Named Joe – 1997

El disco de Chris Cheek no representa para mi, sin embargo, algo tan concreto como el anterior, aun pudiéndolos clasificar a ambos dentro de la misma corriente musical, dentro de una misma gama sonora. Sin embargo, si puede aglutinar muchos imputs que a la postre dieron con mis huesos en Barcelona. Era en esa ciudad de la modernidad donde se trataba de hacer el Jazz del momento, antes de que todo dinamitara en un caleidoscopio estético a través del cual cuesta saber exactamente que ocurre porque ocurre de todo. La perspectiva siempre ayuda y por eso escribo ahora sobre el pasado. Entonces Barcelona ejercía de «meting point» entre los músicos de jazz de la península y los del otro lado del charco. No era difícil ver a jazzmen de aquí y allá tocando juntos en la ciudad. Esto también se fue difuminando con el tiempo, yo al menos dejé de estar allí. Ahora tal vez pase también pero no en mi planeta, tal vez un poco lejano, algo escondido… tal vez.

En este caso los pupilos que crecieron al amparo de Paul Motian (otro batería líder de proyecto) en la Electric be bop band comenzaban su andadura en solitario ayudando a generar un nuevo sonido, una nueva forma de interpretar el jazz. El proyecto de Motian supuso para muchos músicos un pequeño empujón, y pasaron por el un buen número de guitarristas y saxofonistas de los que ahora puedes escuchar sus discos en solitario, comandando su propio proyecto. La evolución siempre es constante, nunca se detiene aunque la línea que sigue puede ser realmente intrincada y difícil de seguir a tiempo real.

En cualquier caso ambos trabajos discográficos son los más representativos para mi de ese momento tan particular, de un movimiento concreto dentro del Jazz. Tal vez haya mejores discos, más determinantes para la Historia con mayúsculas, pero estos lo son de la mía.

Me despido por ahora con  una invitación a la escucha activa, pues clara es la intención de divulgar y no sin motivo determinado, ya que realmente pienso en la belleza y en la poesía que hay en la música como mi vía preferida para hacer del mundo un lugar más interesante, vivible y hermoso. Saludos desde mi montaña!

Carrie Rodriguez – Love and Circumstance

Uno de los conceptos curiosos en nuestro tiempo es el de la «canción de autor«, ser cantautor a toda costa y hasta las últimas consecuencias. Está bien, analicemos el hecho.

Parece que cuando un Músico canta las canciones de otro como es el caso del disco que me ocupa hoy es considerado un hecho poco meritorio per sé, o por el contrario se le otorga gratuitamente un valor añadido cuando el autor viene a desgañitarse y a arañar las cuerdas de una guitarra o aporreando malamente un piano, sin que importe como salen a escena sus retoños. Parece permitirse todo cuando uno interpreta sus propias composiciones y esto no debiera ser así. ¿No se preocupan ya los padres de que sus hijos salgan al mundo bien parecidos, bien arreglados y vestidos? Cuando todo se hace bien no tengo ningún argumento en contra de quien compone y escribe los temas que defenderá después en disco o en directo. Rompo una lanza en favor de los intérpretes, a veces injustamente considerados en el mundo de la música, otras desde luego que no.

Todo esto lo he resuelto ya en mi cabeza. Me importa el resultado musical en un porcentaje muy elevado, pongamos un 92% dejando para el resto cosas como imagen, tendencia, autoría, cantautoría o quién sabe qué malas pasadas me hará el subconsciente (¿qué coño es el cine de autor, por cierto?). No veo que una canción esté huérfana por no ser el padre o la madre quienes la interpreten, incluso que nada ocurra porque no se le conozca padre o madre, como tantos anónimos geniales de siglos pasados. Nos cargaríamos el 80% del folclore de un plumazo, el 80 % del jazz, ¿dónde quedarían la mayoría de los boleros, muchos de los cuales tienen por autor a un escritor o poeta y a un areglista-músico? Además, luego los interpreta una gran orquesta con la voz de un intérprete (especialista en comunicar con la voz y su actitud en el escenario) a la cabeza.

¿Pondríamos My Way en el cajón de los bastardos? ¿Conllevaría ello algún demérito para la canción o para el intérprete, me pregunto? ¿Se habría convertido en un éxito mundial si en vez de Frank Sinatra la habría cantado su autor? Difícilmente podría haberse dado el caso porque se pueden contabilizar hasta cuatro padres, algunos de ellos no sé si llegan a ser coetáneos.

Lo que importa es el resultado y siempre, siempre, prefiero que me canten un tema bien a que me lo barrunte su papa o su mama.

Carrie Rodríguez es una violinista excelente, pero diría yo que como cantante no le falta nada, es más, su gusto es exquisito, la facilidad con la que expresa emociones con su voz pasmosa. Los compositores son de la talla de Ry Cooder o Richard Thopson, por ejemplo. Habrá que ver si en el futuro se anima a cantar algunos de sus temas si es que le surge la necesidad de componer, tal vez ya lo haya hecho anteriormente, lo desconozco. Si yo fuera un compositor y ella cantara una canción mía sería algo estupendo.

Se puede disfrutar de la guitarra de Bill Frisell en tres de los tracks, pero a destacar el tema que hacen a dúo, I’m So Lonesome I Could Cry, en el que guitarrista toca por tres, algo increible, pedal arriba, bajo y todo lo del medio que a veces es la armonía y otras un solo, mientras ambos juguetean con el tiempo arriba y abajo. Hermoso de veras.

Los arreglos, la producción (a cargo del mítico Lee Townsend), el sonido, la interpretación de todo… delicioso, de elaborada simpleza con un destacado gusto por la naturalidad, ya que se escucha todo de los dedos, de la madera, de los parches… las respiraciones en todos los instrumentos, por supuesto La voz.

En definitiva, si aún no te has atrevido con el Country este puede ser tu disco. Quiero dedicar este post a mi amigo y músico David Moya (otra cosa no, pero song-writers en mi vida hay un porrón), pues parte de lo contado anteriormente surge de una conversación entre ambos. Espero que no me fusilen por ello, pero puede ser realmente polémico, si no tiempo al tiempo… ¡Ya os contaré!

La recomendación etílica va a ser tomar un buen Patxarán ya que hoy es San Fermín. Salud!

Creditos del disco:
• Carrie Rodriguez – vocals, tenor guitar, electric mandolin, strings and fiddle
• Hans Holzen – electric and acoustic guitars & mandolin
• Kyle Kegerreis – acoustic and electric bass
• Eric Platz – drums & percussion

With special guests: Buddy Miller, Aoife O’Donovan, Greg Leisz, Bill Frisell and Doug Wamble

Produced by Lee Townsend
Label: Night Street Opus

Imagen

enlace a spotify: Mark Guiliana – Across the Way

La primera vez que vi a Brad Shepik en concierto fue en el Heineken Jazzaldia de San Sebastián, a finales del siglo pasado (que cosa da decir esto, no?), en el verano de 1996, tocando con Matt Darriau y su Paradox trío. Por aquel entonces entonces se hacía llamar Brad Schoeppach (entiendo por qué se cambió el apellido, joder) y no me resultaba del todo desconocido aunque ahora recuerde vagamente. Si tenía la sensación de haber escuchado ya a ese guitarrista de aspecto paliducho, muy rubio y con pinta de giri en la Electric Bebop Band del recientemente desaparecido Paul Motian, uno de mis baterías favoritos para siempre (Descanse en paz).

Los vi dos veces en aquellos días. La primera en el salón de plenos del Ayuntamiento, probablemente el primer año que pasaron el día inaugural del festival a los jardines de Alderdi Eder, una idea pensada más para la comodidad de sus señorías, de todas esas personalidades y su séquito, sus reservados y copas de cava que para el desarrollo de un buen concierto de jazz. Ese día no pasó gran cosa con Matt Darriau y su Parodox trío, tocando en un ambiente que no aportaba nada a la música gamberra y picante de raiz balcánica, con una base importante de folklore pero sumamente compleja a la vez. Frío, frío.

Esa noche hubo un montón de conciertos en varios escenarios cuyo hilo conductor fue una vez más el Jazz de New Orleans. Recuerdo con agrado el momento chiles con carne y arroz. También las gafas y la peineta de Martirio acompañada magistralmente por Chano Domínguez….

Les volví a ver en concierto dos días después. Era más de noche, después de la sesión oficial en un ambiente mucho más propicio. La gente, el público se amontonada en el Be-bop alrededor de los músicos, Mat Darriau descamisado tocando el saxo con violencia a la vez que pisaba casi de manera caótica y desenfadada una molesta pero graciosa bocina junto a la que no faltaba nunca una cerveza. Esa noche venían cargados de la mala sensación de la gala inicial y se despacharon a gusto. De lo que Brad Shepik tocó aquella noche tengo un lejano recuerdo, casi nulo. Recuerdo sin embargo la posición que ocupaban en el escenario, el set de percusión y al percusionista, Seido Salifoski, tocando la derbouka con una mano mientras con la otra le daba tiempo a pegar platos y muchas cosas más de esas que llevan los percusionistas. Qué loco! Impresionante. El chelo de 5 cuerdas de Rufus Cappadocia y sus dedos infinítamente largos, haciendo slap, realizando funciones de bajo, fraseando, soleando… Concierto memorable en una noche que además compartí con algunos amigos que fueron llegando de manera espontánea, sin haberlo planeado previamente. Eso me encanta de las noches de festival, también se improvisa fuera del escenario.

Conseguí el disco y con algunos amigos sacamos temas que versionamos en un proyecto que dio en llamarse Tabu-tabar, que tiempos aquellos… Después a Matt Darriau le perdí la pista, escuchando aquel disco cada cierto tiempo, pero la guitarra de Brad Shepik a ido rondándome y jugando al despiste conmigo hasta que este disco se cruzó en mi vida captando todo mi interés y hasta aquí los preliminares.

El primer tema es el mismo que da nombre al disco, Across the way. Como una declaración de intenciones lo primero que se escucha es la guitarra. Vamos allá chicos, empezamos con algo templadito… esos arpegios sugerentes definiendo una armonía de carácter modal, misteriosa, en un compás casi desconocido en el actual pop, 10/8 (3+3+4). Ahí está Mark Guiliana en la batería tras unas ruedas de guitarra, empujando con el Ride, no hay problema. Es uno de los baterías más inspirados del momento, la nueva hornada de jóvenes músicos de la movida en New York. Para ser tan joven, 22 años, ya ha grabado y girado por todo el mundo con músicos como Avishai Cohen o Dafher Yusseff. Una vez entra el ride no deja de empujarte infatigable hasta el final del tema. Una maravilla como toca, me encanta escuchar a este tío. Diría que no deja de empujarte hasta el final del disco.

Una vez presentado el clima arranca la melodía, el tema… y cuando termina la presentación del mismo ocurre algo bueno. El contrabajista Jorge Roeder, que se ha presentado discreto al inicio se descubre ahora como un solista brillante. Suyo es el primer solo del disco y rápidamente da muestras de tener un concepto del tempo hermoso, y es además melódicamente sorprendente teniendo en cuenta el instrumento. Se pueden cantar todos sus solos, que son numerosos por cierto. Me recuerda al mejor Javier Colina. Más adelante en el disco se hace evidente que esa cualidad viene porque su conocimiento de la música latina es más profundo de lo que se puede aprender en una escuela. Queda todo explicado cuando te enteras de que este jovencísimo músico, 22 años también, es de origen peruano. Escuchen sino el solo en el tema Germán Taco.

La sofisticación, el punto de contraste sonoro y armónico lo ofrece el vibrafonista Tom Beckham, además de ejercer de contrapeso a la juventud y desbordante energía de la base rítmica. Su fraseo y su concepto sutil de la armonía es el más abierto del grupo, contrastando con el lenguaje mucho más directo en general de Brad Shepik. Además es el encargado de colorear y de abrir los acordes, de generar espacios. Lo cual, añadido a lo especial que puede resultar el sonido de un instrumento como el vibráfono termina por darle una particular identidad al disco.

No podemos obviar el trabajo de composición de Brad Shepik. Me encanta que sea atrevido pero a la vez no tenga complejos estéticos. Es moderno, contemporáneo sin ser críptico, sin necesidad de sentirse extravagante. Conversando en Barcelona hace unos días con mi amigo Dusan Jevtovic, este me decía que ahora ya todo el mundo tiene buenos temas. No sé yo si todo el mundo, pero tal vez si se le esté prestando más atención a ese aspecto. Bienvenido sea. Se agradece que en un disco de jazz haya buenas ideas compositivas, temas reconocibles, arreglos meditados y que por momentos te encuentres silbando alguna de las muchas melodías.

Una experiencia recomendable que dejo descubráis a partir de aquí vosotros mismos.

Hace mucho calor así que yo lo que me voy a tomar mientras me preparo para disfrutar de la escucha es una cerveza bien fría. Una Coronita con su rodaja de limón se me hace muy apetecible. Buen viaje!


Trata de arrancarlo Noriega, me digo a mi mismo. Hablo solo pero aún no creo haber perdido la chaveta del todo. Aquí estoy, esta vez para recomendar un disco interesantísimo a mi juicio. Un disco que propone un viaje transatlántico a través de la música de seis compositores y dos países. Los países son Argentina y España, y los compositores son por el lado de acá Enrique Granados,  Manuel de Falla y Xavier Montsalvatge mientras que por acullá Alberto Ginastera, Carlos Guastavino y Carlos López Buchardo completan el elenco.

La temática está clara, aquí se han recopilado canciones populares de estos seis magníficos compositores sustituyendo la voz y el texto por la viola de Kim Kashkashian y respetando el original acompañamiento de piano a cargo del genial Robert Levin. Ambos hacen una respetuosa y austera pero a la vez hermosa y emocionante interpretación de las partituras. Si bien se dice de la viola que es el  instrumento de cuerda con el sonido más vocal, el más similar a la voz humana tanto por su expresividad como por su registro, aún adquiere un timbre más dulce y lleno de sutiles matices en las manos de Kim Kashkashian (no confundir con la pelandrusca de Hollywood cuyo apellido es Kardashian), mientras que en el piano todo se convierte en un juego divertido y travieso a la vez que dramático e intenso, teñido por la marcada personalidad de R. Levin, un singular intérprete y brillante musicólogo.

El trabajo de ambos viene avalado por la producción de Manfred Eichner y la garantía de la firma Ecm o como les gusta decir a ellos, “the most beautiful sound next to silence”. Esta vez al menos lo han vuelto a lograr, en mi opinión.

Hay un ejemplo de la sutileza y genialidad en esta obra que me parece digno de mención. En el tema Asturiana de Manuel de Falla, en la toma elegida por ellos como principal, la melodía se presenta por primera vez en una octava superior a la de la re-exposición. Lo normal suele ser comenzar en un registro más grave para que cuando se pase de nuevo por la melodía, con el fin de generar una mayor tensión y de esta manera no perder la atención del oyente, se presente esta una octava por encima. Bien, eso ocurre en la segunda toma, pero juzguen ustedes si no es hermoso y a la vez sorprendente la opción destacada por ellos. El efecto conseguido es ciertamente sorprendente y altamente emotivo. Yo quiero ver por ahí la influencia de Eichner y su prodigiosa inteligencia musical.

Ya no me enrollo más y sin prometer nada que ya nos conocemos, espero no tardar mucho en volver por aquí. Eso si, no me puedo despedir sin la habitual recomendación etílica. Esta vez se me antoja como una gran opción, tanto por simpatía y complicidad con todos mis amigos argentinos, así como por la calidad de la D.O., acompañar la escucha con un buen vino tinto de la región de Mendoza.

Saludos y hasta la próxima entrega.

PD: Siempre se agradecen los comentarios y las críticas si alguien se anima a escuchar el disco. Un poco de Feedback para tomar perspectiva y aprender juntos.

Link grooveshark: Asturiana – songs from spain and argentina

 

El mirar de la maja (Letra: Fernando Periquet – Música: Enrique Granados)

¿Por qué es en mis ojos
tan hondo el mirar
que a fin de cortar
desdenes y enojos
los suelo entornar?
¿Qué fuego dentro llevarán
que si acaso con calor
los clavo en mi amor
sonrojo me dan?
Por eso el chispero
a quien mi alma dí
al verse ante mí
me tira el sombrero
y díceme así:
«Mi Maja, no me mires más
que tus ojos rayos son
y ardiendo en pasión
la muerte me dan.»

Tin hat trio – Helium

septiembre 9, 2010

Sigo escuchando música, sigo por ahí. Ahora aquí, de vuelta en el blog. Errático en la manera de acercarme a la música, desordenado, con tendencia al tedio, en una búsqueda enferma y constante… adicto al random del spotify. Y en esta huida constante haca ninguna parte ya hace unas semanas se me presentaba algún tema de este disco (y es que el random-radio del spotify no lo es tanto, para qué engañarse), al que empecé por prestarle un poco de atención. A los días sonó otro tema que por fin terminó en alguno de mis muchos playlist (nunca suficientes) en los que ordeno la música, y ya por último comencé a escuchar el disco entero. Y es en este punto donde trato de unir ese mundo abstracto de sonidos y sensaciones en el que vivo con algunas palabras para satisfacer esa necesidad tan humana que es la de comunicarse. Vamos allá!

Al igual que el disco de Tim Posgate posteado hace ya algún un tiempo en esta página, aunque en cuanto a entradas en el blog sea una de las últimas, es un disco difícil de catalogar. Tal vez por eso me ha atrapado. Por el descaro, por la crudeza del sonido, de una naturalidad refrescante, al igual que la originaldad de la instrumentación.

La amplitud de referencias musicales reinterpretadas sin ningún tipo de titubeo ni rubor por los componentes de este singular trío, la versatilidad y contundencia del lenguaje musical, donde se mezclan el blues, la música «clásica» contemporánea, el lenguaje cinematográfico, jazz, algunos piensan también en «tango«, según he leído por ahí (más pensando en el sonido del violín que en la música, aunque no dudo de que pasen por Argentina en algún momento) y un largo etc. de influencias que no podría enumerar ahora.

Si que existe una referencia que me resulta imprescindible nombrar y es fundamental para entender muchas de las cosas que están sucediendo en el que es para mi el más interesante panorama avant-garde actual. Podríamos decir que el espíritu de Tom Waits, su sonido o estética, está siendo un gran nexo, un lugar común para muchos proyectos actuales de muy diversa índole, ofreciendo una dirección a veces, otras un punto de partida.

No me cabe duda que mi amigo Asier Suberbiola y Aupa Quartet, formación en la que toca junto a otros buenos amigos del aquí escribiente y que recomiendo ver en directo fervientemente, encontrarán buena inspiración en este album. Al menos mi deseo es que lo disfruten como cualquier otro viajero de la red que pare por aquí.

Hoy no me enrollo más. Ya sé que no doy mucha información sobre este audaz trío, pero me sirve para anunciar el fin de una ausencia durante la cual este servidor se mudó de valle. Buscadme por Navarra, acaso por Gipuzkoa me encontraréis a veces, y si consigo unir algunas palabras más también por este blog me asomaré de vez en cuando.

Salud!

link: Tin Hat Trio – Helium

Tengo ganas de bailar, y ha sido la música de M (nombre artístico de Matthieu Chedid) la que ha despertado de nuevo en mi esta apetencia. Hace tiempo que no tenía tan claro que quería ir a ver un concierto. Y si, quiero ver a M en vivo, enloquecer con los riffs de guitarra potentes, enloquecer con su energía. Mister Mystere es ese disco al que todo el que pasa por el estudio estos días temina enganchándose. Apenas hace falta que lo ponga yo, porque casi seguro que alguien lo está escuchando ya, o va a escucharlo o lo ha hecho hace un rato.

Me he rendido a sus talentos, que son muchos, no sin vender cara la piel del oso, ya que siempre desconfío con el pop, ando buscando la trampa, el truco pero… Es buen músico, toca y graba varios instrumentos, aunque en directo se aferra a la guitarra generalmente, a la vez que es un gran hacedor de canciones. Domina géneros tan dispares como el rock, funk, folk (Blami se reirá con esto), electrónica y además, gasta una cuidada y pintoresca imagen que le sirve para crear un show impactante en la que todos los que están en el escenario rebosan actitud, frescura y fiesta. Un hombre creativo, inquieto, que toma riesgos y cumple a pies puntillas aquella máxima de B. Wilder«hago películas solo para entretener y las hago tan honradamente como puedo», pero trasladado a la música, claro. Entretener haciendo arte, haciendo buenas canciones, entretener sin perder la calidad y la independencia creativa, entretener sin complejos… levantar el ánimo, emocionar, hacerte bailar o cantar la melodía preciosa de una canción pequeñita, de esas que le gustan a Joan Berenguer.

¿Qué coño pretende este tío? ¿A donde quiere ir a parar? ¿Se quiere convertir en un nuevo «Príncipe» del pop? Sin duda sería mi candidato.

Le deseo lo mejor a Mister Chedid, que siga generando una energía tan positiva entre tanto triste que  camina por ahí, entre toda esa masa de chicos con cara de amargura y de cantar andrógino, de me drogo pero no rompo platos… y por suerte también está fuera del buenrollismo galopante, de globos de colores y ponpas de jabón, de a qué huelen las cosas que no huelen.

Y por cierto, hoy que hay tal vorágine de información que le puede llegar a saturar a cualquiera dejando obstruida cualquier capacidad de emocionarse o de sorprenderse, los clips del señor Mystere me traen locos. Son sorprendentemente hermosos, y como muestra un botón:

Así que sin más demora, os dejo con este peculiar francés que está llamado a «romperla», como dirían mis colegas argentinos. Como no, si tienen la posibilidad, disfrutenlo con un buen Champange Cocktail, o no se corten y sírvanse una copa de aromático armanaç, y a gozar!

Desde la cueva del oso hermitaño, un afectuoso saludo y hasta pronto.

link spotify:  M – Mister Mystère


Ralph Towner – Time line

febrero 23, 2010

Link: Ralph Towner – Time Line

Hoy vendo paz y armonía, arte y maneras, técnica y poesía, trabajo y amor, pasión por un instrumento, delicias de sonido. Solo una guitarra otra vez, solo un hombre con su instrumento, Ralph Towner. Y digo otra vez porque este blog comenzaba su andadura con un post sobre un disco de similar concepto, One quiet night, de Pat Metheny.

Nunca entraré en diatribas sobre si el instrumento más completo es tal o pascual, el que mas bonito suena… Cuántas veces me han preguntado en mi vida por el instrumento más difícil de tocar o cosas así (si me dieran un euro por cada vez). A las personas les gusta esa épica, en fin. Incluso a algunos músicos aburridos les gusta este tipo de discusiones. ¡Qué se yo, quién sabe! El caso es que la guitarra es, sin duda, un gran instrumento, y tocado con arte por un gran maestro puede dar luz a un disco hermoso y generar una música que incite a soñar, que sugiera e inspire el uso de otros sentidos que no el oído simplemente. Si cierras los ojos, evoca olores, imágenes y sensaciones abstractas que no aparecen en lo cotidiano, quizás por no disponer del tiempo necesario, ni de la calma mental, de la paz. Tal vez sea esa la «línea de tiempo» que nos lanza Ralph Towner, vía ECM (donde lleva instalado no pocos años), para gozar de la música y de unas composiciones de carácter intimista, de unas armonías un tanto impresionistas y de su ritmo particular y ambiguo, travieso, que suscita un mundo mágico en el que las palabras (esas que pululan en tu mente, pues no las hay en el disco, si acaso alguna respiración del propio Towner  que se escucha prestando mucha atención) se funden con el paisaje hasta desaparecer, hasta hacerse innecesarias, para no interponerse entre el oyente y un mundo de «innombrables» sensaciones.

«The pendant», tema que abre el disco, es modulante, pendular, desafiando la gravedad, perdiéndose en la niebla para aparecer, tomar cuerpo y volver a desdibujarse. «Oleander Etude», mucho más terrenal, más enérgica, el juego y deseo mas adolescente, casi infantil, o todo o nada, se dibuja en mi cabeza como una escena de recreo en un patio de colegio con las paredes de hormigón, una canasta y unas porterías (que le voy a hacer si se me dispara la imaginación). «Always by your side», donde el amor pierde la temporalidad para convertirse en algo etéreo que perdura y se queda suspendido como un pensamiento, donde una mirada se congela como una foto y después entra por la ventana en forma de sonido, café con leche y la cama sin hacer. «The hollows», donde alguien se pasa las manos por la cabeza y se la sacude como si quisiera sacarse alguna idea obsesiva que le pica en la mente, como si tuviera un bicho enmarañado en el pelo. Parece por un momento que se haya ido, pero lo que sea que está molestándote vuelve una y otra vez. No importa lo que intentes, no puedes dejar de pensar en ello. Puedo ver al bailarín sentado en una silla e imaginar sus movimientos.

La calma regresa con «Anniversary song», una celebración sin fiesta ni grandes gestos, una terraza y una botella de vino al anochecer en una plaza bonita del mediterráneo francés, mesa con mantel a cuadros, un cigarro en un cenicero  y la mer de fondo… El sol sale en «If», donde niños juegan con otros niños en un parque verde, mientras sus padres, sentados en un banco de madera junto a otros padres, sonríen las gracias de los pequeños  y a ratos se preguntan para qué sirve la vida, desando tal vez, que todo desemboque en una barbacoa con amigos que no es seguro que tengan. Pero quien sabe, si hay deseo puede haber aun esperanza, y además, ha salido el sol en invierno (invento e imagino).

«Five Glimpses», obra en cinco movimientos o bien como dice el propio título, cinco ojeadas, cinco miradas rápidas de las cuales, la más duradera alcanza justo el minuto. Más bien cinco inspiraciones que pasan en un suspiro. «The lizards of Eraclea» describe el movimiento ágil en los juegos y cacerías de los lagartos de Eraclea, de colores vivos  y hermosos, de nuevo con el Mediterráneo como fondo, siendo esta vez sugerido el marco no únicamente por mi imaginación sino por el propio título. En «Turning of the leaves» parece que estemos en otoño, esa gran estación creativa y metafórica, con el viento agitando las ramas y todo un manto de hojas sobre las que pasea un anciano con las solapas del gabán bien ceñidas al cuello. Un cielo gris metálico da contorno a los fantasmagóricos árboles desnudos, mientras las hojas bailan en remolinos dando forma al movimento del aire, como el traje de un hombre invisible.

Aparece a continuación una deliciosa versión del clásico jazz standard «Come rain or come shine», mil veces interpretado y grabado, composición de Harold Arlen con letra del grandísimo Johnny Mercer, para el musical «St. Louis woman» de 1946, cuya letra dice así:

«I’m gonna love you, like nobody’s loved you

Come rain or come shine

High as a mountain, deep as a river

Come rain or come shine

I guess when you met me

It was just one of those things

But don’t you ever bet me

‘Cause I’m gonna be true if you let me

You’re gonna love me, like nobody’s loved me

Come rain or come shine

We’ll be happy together, unhappy together

Now won’t that be just fine

The days may be cloudy or sunny

We’re in or out of the money

But I’m with you always

I’m with you rain or shine»

Y ahora, enfilando el final del disco, aparecen las cuerdas de metal, las de una guitarra de 12 cuerdas, de la que sin duda Ralph Towner es uno de los maestros más importantes. El tema «Freeze frame», trata de descongelar una imagen donde el frío es sugerido a través del contraste entre la acústica de sonido metálico con la calidez de las cuerdas de nylon usadas hasta ahora en los temas anteriores. Y otro tema clásico, «My man’s go now» escrito para la opereta Porgy and Bess en 1935 por George Gershwin cierra este disco al que ya le he puesto demasiadas palabras, más de las que seguro nadie necesita para interpretarlo libremente y disfrutarlo a su manera.

Y hasta aquí lo que vendría a ser la recomendación musical de hoy, que pueden acompañar con una copa de buen vino tinto, ligero y aromático, de los que entran bien como aperitivo.

Aténtamente se despide hasta pronto, siempre suyo:

Alibadal