Trata de arrancarlo Noriega, me digo a mi mismo. Hablo solo pero aún no creo haber perdido la chaveta del todo. Aquí estoy, esta vez para recomendar un disco interesantísimo a mi juicio. Un disco que propone un viaje transatlántico a través de la música de seis compositores y dos países. Los países son Argentina y España, y los compositores son por el lado de acá Enrique Granados,  Manuel de Falla y Xavier Montsalvatge mientras que por acullá Alberto Ginastera, Carlos Guastavino y Carlos López Buchardo completan el elenco.

La temática está clara, aquí se han recopilado canciones populares de estos seis magníficos compositores sustituyendo la voz y el texto por la viola de Kim Kashkashian y respetando el original acompañamiento de piano a cargo del genial Robert Levin. Ambos hacen una respetuosa y austera pero a la vez hermosa y emocionante interpretación de las partituras. Si bien se dice de la viola que es el  instrumento de cuerda con el sonido más vocal, el más similar a la voz humana tanto por su expresividad como por su registro, aún adquiere un timbre más dulce y lleno de sutiles matices en las manos de Kim Kashkashian (no confundir con la pelandrusca de Hollywood cuyo apellido es Kardashian), mientras que en el piano todo se convierte en un juego divertido y travieso a la vez que dramático e intenso, teñido por la marcada personalidad de R. Levin, un singular intérprete y brillante musicólogo.

El trabajo de ambos viene avalado por la producción de Manfred Eichner y la garantía de la firma Ecm o como les gusta decir a ellos, “the most beautiful sound next to silence”. Esta vez al menos lo han vuelto a lograr, en mi opinión.

Hay un ejemplo de la sutileza y genialidad en esta obra que me parece digno de mención. En el tema Asturiana de Manuel de Falla, en la toma elegida por ellos como principal, la melodía se presenta por primera vez en una octava superior a la de la re-exposición. Lo normal suele ser comenzar en un registro más grave para que cuando se pase de nuevo por la melodía, con el fin de generar una mayor tensión y de esta manera no perder la atención del oyente, se presente esta una octava por encima. Bien, eso ocurre en la segunda toma, pero juzguen ustedes si no es hermoso y a la vez sorprendente la opción destacada por ellos. El efecto conseguido es ciertamente sorprendente y altamente emotivo. Yo quiero ver por ahí la influencia de Eichner y su prodigiosa inteligencia musical.

Ya no me enrollo más y sin prometer nada que ya nos conocemos, espero no tardar mucho en volver por aquí. Eso si, no me puedo despedir sin la habitual recomendación etílica. Esta vez se me antoja como una gran opción, tanto por simpatía y complicidad con todos mis amigos argentinos, así como por la calidad de la D.O., acompañar la escucha con un buen vino tinto de la región de Mendoza.

Saludos y hasta la próxima entrega.

PD: Siempre se agradecen los comentarios y las críticas si alguien se anima a escuchar el disco. Un poco de Feedback para tomar perspectiva y aprender juntos.

Link grooveshark: Asturiana – songs from spain and argentina

 

El mirar de la maja (Letra: Fernando Periquet – Música: Enrique Granados)

¿Por qué es en mis ojos
tan hondo el mirar
que a fin de cortar
desdenes y enojos
los suelo entornar?
¿Qué fuego dentro llevarán
que si acaso con calor
los clavo en mi amor
sonrojo me dan?
Por eso el chispero
a quien mi alma dí
al verse ante mí
me tira el sombrero
y díceme así:
«Mi Maja, no me mires más
que tus ojos rayos son
y ardiendo en pasión
la muerte me dan.»

Ralph Towner – Time line

febrero 23, 2010

Link: Ralph Towner – Time Line

Hoy vendo paz y armonía, arte y maneras, técnica y poesía, trabajo y amor, pasión por un instrumento, delicias de sonido. Solo una guitarra otra vez, solo un hombre con su instrumento, Ralph Towner. Y digo otra vez porque este blog comenzaba su andadura con un post sobre un disco de similar concepto, One quiet night, de Pat Metheny.

Nunca entraré en diatribas sobre si el instrumento más completo es tal o pascual, el que mas bonito suena… Cuántas veces me han preguntado en mi vida por el instrumento más difícil de tocar o cosas así (si me dieran un euro por cada vez). A las personas les gusta esa épica, en fin. Incluso a algunos músicos aburridos les gusta este tipo de discusiones. ¡Qué se yo, quién sabe! El caso es que la guitarra es, sin duda, un gran instrumento, y tocado con arte por un gran maestro puede dar luz a un disco hermoso y generar una música que incite a soñar, que sugiera e inspire el uso de otros sentidos que no el oído simplemente. Si cierras los ojos, evoca olores, imágenes y sensaciones abstractas que no aparecen en lo cotidiano, quizás por no disponer del tiempo necesario, ni de la calma mental, de la paz. Tal vez sea esa la «línea de tiempo» que nos lanza Ralph Towner, vía ECM (donde lleva instalado no pocos años), para gozar de la música y de unas composiciones de carácter intimista, de unas armonías un tanto impresionistas y de su ritmo particular y ambiguo, travieso, que suscita un mundo mágico en el que las palabras (esas que pululan en tu mente, pues no las hay en el disco, si acaso alguna respiración del propio Towner  que se escucha prestando mucha atención) se funden con el paisaje hasta desaparecer, hasta hacerse innecesarias, para no interponerse entre el oyente y un mundo de «innombrables» sensaciones.

«The pendant», tema que abre el disco, es modulante, pendular, desafiando la gravedad, perdiéndose en la niebla para aparecer, tomar cuerpo y volver a desdibujarse. «Oleander Etude», mucho más terrenal, más enérgica, el juego y deseo mas adolescente, casi infantil, o todo o nada, se dibuja en mi cabeza como una escena de recreo en un patio de colegio con las paredes de hormigón, una canasta y unas porterías (que le voy a hacer si se me dispara la imaginación). «Always by your side», donde el amor pierde la temporalidad para convertirse en algo etéreo que perdura y se queda suspendido como un pensamiento, donde una mirada se congela como una foto y después entra por la ventana en forma de sonido, café con leche y la cama sin hacer. «The hollows», donde alguien se pasa las manos por la cabeza y se la sacude como si quisiera sacarse alguna idea obsesiva que le pica en la mente, como si tuviera un bicho enmarañado en el pelo. Parece por un momento que se haya ido, pero lo que sea que está molestándote vuelve una y otra vez. No importa lo que intentes, no puedes dejar de pensar en ello. Puedo ver al bailarín sentado en una silla e imaginar sus movimientos.

La calma regresa con «Anniversary song», una celebración sin fiesta ni grandes gestos, una terraza y una botella de vino al anochecer en una plaza bonita del mediterráneo francés, mesa con mantel a cuadros, un cigarro en un cenicero  y la mer de fondo… El sol sale en «If», donde niños juegan con otros niños en un parque verde, mientras sus padres, sentados en un banco de madera junto a otros padres, sonríen las gracias de los pequeños  y a ratos se preguntan para qué sirve la vida, desando tal vez, que todo desemboque en una barbacoa con amigos que no es seguro que tengan. Pero quien sabe, si hay deseo puede haber aun esperanza, y además, ha salido el sol en invierno (invento e imagino).

«Five Glimpses», obra en cinco movimientos o bien como dice el propio título, cinco ojeadas, cinco miradas rápidas de las cuales, la más duradera alcanza justo el minuto. Más bien cinco inspiraciones que pasan en un suspiro. «The lizards of Eraclea» describe el movimiento ágil en los juegos y cacerías de los lagartos de Eraclea, de colores vivos  y hermosos, de nuevo con el Mediterráneo como fondo, siendo esta vez sugerido el marco no únicamente por mi imaginación sino por el propio título. En «Turning of the leaves» parece que estemos en otoño, esa gran estación creativa y metafórica, con el viento agitando las ramas y todo un manto de hojas sobre las que pasea un anciano con las solapas del gabán bien ceñidas al cuello. Un cielo gris metálico da contorno a los fantasmagóricos árboles desnudos, mientras las hojas bailan en remolinos dando forma al movimento del aire, como el traje de un hombre invisible.

Aparece a continuación una deliciosa versión del clásico jazz standard «Come rain or come shine», mil veces interpretado y grabado, composición de Harold Arlen con letra del grandísimo Johnny Mercer, para el musical «St. Louis woman» de 1946, cuya letra dice así:

«I’m gonna love you, like nobody’s loved you

Come rain or come shine

High as a mountain, deep as a river

Come rain or come shine

I guess when you met me

It was just one of those things

But don’t you ever bet me

‘Cause I’m gonna be true if you let me

You’re gonna love me, like nobody’s loved me

Come rain or come shine

We’ll be happy together, unhappy together

Now won’t that be just fine

The days may be cloudy or sunny

We’re in or out of the money

But I’m with you always

I’m with you rain or shine»

Y ahora, enfilando el final del disco, aparecen las cuerdas de metal, las de una guitarra de 12 cuerdas, de la que sin duda Ralph Towner es uno de los maestros más importantes. El tema «Freeze frame», trata de descongelar una imagen donde el frío es sugerido a través del contraste entre la acústica de sonido metálico con la calidez de las cuerdas de nylon usadas hasta ahora en los temas anteriores. Y otro tema clásico, «My man’s go now» escrito para la opereta Porgy and Bess en 1935 por George Gershwin cierra este disco al que ya le he puesto demasiadas palabras, más de las que seguro nadie necesita para interpretarlo libremente y disfrutarlo a su manera.

Y hasta aquí lo que vendría a ser la recomendación musical de hoy, que pueden acompañar con una copa de buen vino tinto, ligero y aromático, de los que entran bien como aperitivo.

Aténtamente se despide hasta pronto, siempre suyo:

Alibadal

conference birdsHay momentos en los que uno se propone una acción y se lanza decidido a llevarla a cabo, y bueno… a veces está bien darse cuenta de que es lo que se hace, aceptar que el tiempo tiene sus normas. A mi me acaba de pasar. Me he dicho, tengo que escribir dos post seguidos pues llevo mucho tiempo sin actualizar el blog, pasando por alto que si no la había hecho era por algún motivo, teniendo que asumir que se me negaban las palabras asumiendo la momentánea incapacidad para desatorar el canal. Y por ello no ha de ser raro que teniendo esta carátula en borrador desde hace más de un mes, no hubiera conseguido más que un par de líneas escritas, también hace un mes. Las mismas que acabo de borrar y sobre las que estoy escribiendo ahora mismo. Y las he eliminado porque, mas allá de ser algo de lo que yo pudiera sentirme responsable, parecía una de esas reseñas en Amazon, de la discográfica, o en las revistas especializadas para anunciar un disco o vender un crecepelo, con adjetivos manidos, sin pasión… Entonces me he dicho, si realmente me gusta este disco se merece algo mejor. Al menos ser sincero. Así que si me fallan las palabras y hasta nueva orden, simplemente lo colgaré a modo de declaración de intenciones.

Si diré que es una puerta interesante hacia un tipo de música, el free jazz (también conocido como New thing), en la que cada uno se sumerge a pulmón y llega hasta donde llega. Puede resultar molesta y ruidosa, y es que también está pensada para ser molesta y ruidosa, a veces… aunque no es solo eso, claro. Es pues una música que tiene su razón de ser en los años 60 y que poco tiene que ver con lo que ahora se vive en occidente, pues los valores y los motivos sociales que generaron este movimiento musical han desaparecido por el camino, así que quedará relegada a escucharse en esos momentos que escasean cada vez más en nuestro tiempo, este tiempo de impulsos rápidos e instantáneas satisfacciones, y de satisfacción rápida muy poco se va a encontrar aquí. Requiere de una actitud si cabe más abierta, para que el filtro emocional no se cierre rápidamente, y así poder disfrutar de las nuevas emociones que se plantean, pues es su vocación y esencia mover almas y sacudir espíritus, y también la búsqueda de la libertad creativa y en mi opinión la de crear arte, y ambos objetivos están cumplidos en este disco. Así que si alguien (atrevido) se va a animar con él, pues ahí, mas abajo,  le dejo el link al spotify. Y no olvide ponerse el bañador y tomar aire antes. También advertir que algunas melodías aparentemente complejas tienen algo de pegadizo, y una vez se te pega una melodía de este tipo, no hay vuelta atrás. Yo por mi parte, no puedo sino reconocer el freak que llevo dentro.

Creo que, como en el poema de Benedetti;

«…antes de regresar
a mis lobregos cuarteles de invierno

con los ojos bien secos
por si acaso

miro como te vas adentrando en la niebla
y empiezo a recordarte.
«*

*Mario Benedetti (vaya, se me ha colado aquí, de repente).

Así me despido, pues!

Dave Holland – Conference of the Birds

Trago recomendado: un preparado de absenta, con el terroncito de azúcar y el agua fresquita.

enlace a Grooveshark: You never know – Peter Erskine

Para los que vivimos los 80 o emergimos musicalmente de ellos, fue complicado encontrar alternativas que encajasen con una sensibilidad más personal, si se quiere diferente de un sentir generacional o popular, populista diría yo. Era aquel un momento musical en que el rock y todas sus variantes junto con el punk arrasaban en todos los pueblos y capitales, y formar parte de una tendencia era casi imprescindible para lograr cierta integración social (rockabillys, moods, heavys, rastas… lo que quisieras). Las modas eran más definidas y fuertes si cabe que hoy, y tenían un componente muy importante de conciencia de clase.

En ese contexto tan agitado y belicoso, el sello discográfico ECM se convirtió para algunos en salvavidas estético, oasis para el oído y brújula que colocaba al norte de Europa en un lugar importante de una nueva corriente, dentro y fuera del jazz. De la mano de Manfred Eicher, fundador, ideólogo y productor de la mayoría de los discos, el sello se dedicó desde 1969 a grabar a artistas que por no ser su propuesta convencional, etiquetable o fácilmente explicable para un sello mas claramente englobado en un género, no encontraban su lugar en ninguna otra discográfica. De ahí que artistas de la talla de Pat Metheny, Keith Jarret, The Art Ensamble of Chicago y muchos otros, que desde dentro del jazz apuntaban a músicas más abiertas y que no tenían el swing en su raíz, terminaran por cruzar el Atlántico y recalaran en Munich para grabar sus discos, donde ECM tiene su cuartel general.

Un buen ejemplo del sonido ECM, es este You never know, firmado por el batería Peter Erskine (aún hoy uno de los baterías en activo más respetados), al que acompañan el bajista Palle Danielsson y el pianista John Taylor, tres de los artistas más importantes y proliferos del sello. No es new age, no es jazz, no es pop… creo que la mejor definición es que es puramente música.

El disco se abre con New old age, una joya de tema, en el que el piano juega con un motivo rítmicamente reiterativo para crear una atmósfera de aire impresionista, en verdad delicada y de gran belleza, donde el contrabajo y la batería han de desarrollar nuevas formas de acompañar para no romper el clima. No es esta la única joya del disco, que pasa por diversas fases musicales, acercándose más al jazz por momentos y alejándose en otros, habitando en un lugar propio y donde se habla con una voz muy particular.

Volveré a hablar sobre ECM, pues no me cabe aquí y ahora todo lo que este pequeño e independiente sello a conseguido, navegando en un terreno casi abandonado, sin singles en cuarenta principales, con una música a veces experimental, otras tremendamente hermosa, dando cabida también a aquella música «clásica» que nadie quería grabar, extendiendo su influencia a Sudamérica y a Norteamérica gracias a dos sub-sellos (Carmo y Watt respectivamente), donde un buen número de artistas tuvieron la posibilidad de realizar trabajos con cierta continuidad, y de crear música que no hubiera podido materializarse de otra manera, quizás.

Solo me queda estar agradecido, porque me ha dado mucho, y me consta que no soy el único. No seremos mayoría, pero no estamos solos.

Trago recomendado: una buena taza de café italiano, mañanero!