Carrie Rodriguez – Love and Circumstance

Uno de los conceptos curiosos en nuestro tiempo es el de la «canción de autor«, ser cantautor a toda costa y hasta las últimas consecuencias. Está bien, analicemos el hecho.

Parece que cuando un Músico canta las canciones de otro como es el caso del disco que me ocupa hoy es considerado un hecho poco meritorio per sé, o por el contrario se le otorga gratuitamente un valor añadido cuando el autor viene a desgañitarse y a arañar las cuerdas de una guitarra o aporreando malamente un piano, sin que importe como salen a escena sus retoños. Parece permitirse todo cuando uno interpreta sus propias composiciones y esto no debiera ser así. ¿No se preocupan ya los padres de que sus hijos salgan al mundo bien parecidos, bien arreglados y vestidos? Cuando todo se hace bien no tengo ningún argumento en contra de quien compone y escribe los temas que defenderá después en disco o en directo. Rompo una lanza en favor de los intérpretes, a veces injustamente considerados en el mundo de la música, otras desde luego que no.

Todo esto lo he resuelto ya en mi cabeza. Me importa el resultado musical en un porcentaje muy elevado, pongamos un 92% dejando para el resto cosas como imagen, tendencia, autoría, cantautoría o quién sabe qué malas pasadas me hará el subconsciente (¿qué coño es el cine de autor, por cierto?). No veo que una canción esté huérfana por no ser el padre o la madre quienes la interpreten, incluso que nada ocurra porque no se le conozca padre o madre, como tantos anónimos geniales de siglos pasados. Nos cargaríamos el 80% del folclore de un plumazo, el 80 % del jazz, ¿dónde quedarían la mayoría de los boleros, muchos de los cuales tienen por autor a un escritor o poeta y a un areglista-músico? Además, luego los interpreta una gran orquesta con la voz de un intérprete (especialista en comunicar con la voz y su actitud en el escenario) a la cabeza.

¿Pondríamos My Way en el cajón de los bastardos? ¿Conllevaría ello algún demérito para la canción o para el intérprete, me pregunto? ¿Se habría convertido en un éxito mundial si en vez de Frank Sinatra la habría cantado su autor? Difícilmente podría haberse dado el caso porque se pueden contabilizar hasta cuatro padres, algunos de ellos no sé si llegan a ser coetáneos.

Lo que importa es el resultado y siempre, siempre, prefiero que me canten un tema bien a que me lo barrunte su papa o su mama.

Carrie Rodríguez es una violinista excelente, pero diría yo que como cantante no le falta nada, es más, su gusto es exquisito, la facilidad con la que expresa emociones con su voz pasmosa. Los compositores son de la talla de Ry Cooder o Richard Thopson, por ejemplo. Habrá que ver si en el futuro se anima a cantar algunos de sus temas si es que le surge la necesidad de componer, tal vez ya lo haya hecho anteriormente, lo desconozco. Si yo fuera un compositor y ella cantara una canción mía sería algo estupendo.

Se puede disfrutar de la guitarra de Bill Frisell en tres de los tracks, pero a destacar el tema que hacen a dúo, I’m So Lonesome I Could Cry, en el que guitarrista toca por tres, algo increible, pedal arriba, bajo y todo lo del medio que a veces es la armonía y otras un solo, mientras ambos juguetean con el tiempo arriba y abajo. Hermoso de veras.

Los arreglos, la producción (a cargo del mítico Lee Townsend), el sonido, la interpretación de todo… delicioso, de elaborada simpleza con un destacado gusto por la naturalidad, ya que se escucha todo de los dedos, de la madera, de los parches… las respiraciones en todos los instrumentos, por supuesto La voz.

En definitiva, si aún no te has atrevido con el Country este puede ser tu disco. Quiero dedicar este post a mi amigo y músico David Moya (otra cosa no, pero song-writers en mi vida hay un porrón), pues parte de lo contado anteriormente surge de una conversación entre ambos. Espero que no me fusilen por ello, pero puede ser realmente polémico, si no tiempo al tiempo… ¡Ya os contaré!

La recomendación etílica va a ser tomar un buen Patxarán ya que hoy es San Fermín. Salud!

Creditos del disco:
• Carrie Rodriguez – vocals, tenor guitar, electric mandolin, strings and fiddle
• Hans Holzen – electric and acoustic guitars & mandolin
• Kyle Kegerreis – acoustic and electric bass
• Eric Platz – drums & percussion

With special guests: Buddy Miller, Aoife O’Donovan, Greg Leisz, Bill Frisell and Doug Wamble

Produced by Lee Townsend
Label: Night Street Opus
bill frisell - buster keaton

bill frisell - buster keaton

Me había propuesto ir alternando las entradas de discos novedosos para mi, con viejas glorias de mi discoteca particular… pero he de sucumbir ante las pruebas, esas que me delatan como nostálgico en estos últimos tiempos. Ya cambiará la suerte, pues hasta ahora siempre ha terminado haciéndolo, en ese movimiento pendular que siempre traté de frenar buscando el centro como mi admirado Franco Battiato. Cambiará, no sé si ocurrirá mañana, pero…

… se lo debía a Bill Frisell, pues siempre estuvo ahí, abriendo caminos, pilotando con su humor particular, con su enorme sonido. Siempre estuvo explorando conceptos musicales sin dejar de generar belleza (excepto cuando se junta con John Zorn, dudo que a veces quieran producir algo bello), crear situaciones a base de silencios y contrastar la paz con el caos. Sus acordes imposibles, tanto como sus ligados, con su «menos es más» llevado al extremo y su pedal de volumen, siempre fueron un rompecabezas sin resolver, y cuando parece que lo pillo gira en otra dirección, sorprendiéndome. Su voz con la guitarra, inconfundible.

En el caso que nos ocupa, casi se dibujan las escenas con solo escuchar la música, pero si has visto las películas de Buster Keaton… ¡claro, ya lo tienes! Yo hice una colección de vídeos de las de entrega semanal en tu kiosko de muchos de sus films. A lo largo de mi vida lo he intentado alguna que otra vez, lo de hacer una colección, con bastante poca continuidad por cierto, pero con la de Buster Keaton aguanté casi hasta el final. En VHS, imagínense! Hoy, en la era de la tecnología aun he tenido problemas para intentar cuadrar la música de Frisell con las escenas de las películas (ahora ya en formato digital), con esa cara de tonto que se te queda, intuyendo que en otro momento o alguien más inspirado lograría cuadrarlas «al toque». Reconozco que fui impulsado por los discos de Bill Frisell, encontrados casualmente en una de las tiendas que frecuentaba entonces, a investigar en la filmografía de este genial actor tragicómico y acróbata. Lo que si recordaba que mi padre le solía llamar «Pamplinas»,  y también algún que otro momento televisivo, algún flash en la carátula de algún programa sobre cine, pero poco más sabía yo hasta entonces de Buster Keaton.

El caso es que la música original de las cintas de Keaton, un señor tocando un piano por lo general, me fascinó en su momento. Ingeniosa, inspirada, matizando las escenas más que los gags, hermosa. La revisión que hace Frisell en verdad se aguanta por si sola como una obra musical independiente al film, interesante… pero sobre las imágenes se termina de completar, se cierra el círculo. De justicia es reconocer  que yo lo he hecho hace bien poco, superponer música e imágen, a pesar de haber escuchado muchas veces los discos, y tan contento que estaba. Que me aspen si el trío formado por Bill Frisell a la guitarra, Kermit Driscoll al bajo (un auténtico mago de las notas graves con aspecto de leñador entrañable) y Joey Baron (uno de mis baterías fetiche, muy original, con un groove del carajo y un caminar peculiar) no tiene una química como pocas veces se ha dado. Química necesaria para transitar esos lugares tan abstractos y complejos saliendo bien parados de todos los lances.

Añadir que el otro disco está inspirado en las imágenes de otra gran película de Buster Keaton, «Go west». Así que tanto si escuchan la música como si se animan a ver las pelis, cualquiera que sea la modiladad que elijan, yo me sentiré un poco feliz desde el silencio de mi guarida, la cual ya estoy acomodando para el recién entrado otoño, o tal vez para cuando esta nostalgia pegajosa y «blues» se me despegue.

Link a Spotify: Bill Frisell – Music For The Films Of Buster Keaton: The High Sign/One Week

Así que saludando a Martí Duch de montaña a montaña, desde la mía voy a otear el horizonte en busca de alguna señal del productor del disco, «Lee Townsend», a ver que averiguo de él. Ya os contaré.

Laister arte! (hasta pronto!)

Bienvenido a mi vida, Jesse Harris. Que tío! Un gran compositor de canciones! Y un aparente desconocido, al menos así se aprecia desde mi montaña. Y aunque reconozco no estar muy enchufado al mundo, si lo suficiente para saber que no es muy popular el bueno de Jesse. No tanto como Bustamante, al que a mi pesar conocemos casi todos (siempre quedará algún asceta descarriado y feliz) en este país. Pero no os de pena. El tipo al menos tiene un Grammy en su casa. Si, con esa canción que versionaba Pat Metheny, que hizo popular una tal Norah jones (como estoy hoy, en fin…) y que ya lo comentaba yo más abajo en este mismo blog. El disco de Norah Jones, Come Away with Me, fue muy celebrado y Don’t know why no fué el único corte del señor Harris incluido en el mismo.

No dejo de pensar que no es un gran cantante, pero sólo Dios sabe como se reparten los talentos, y el que busque encontrar una gran voz no la encontrará en este disco. Eso si, defiende con gracia y descaro sus canciones, o al menos con estos ojos lo quiero mirar yo. Sin embargo, consigue un sonido pop arriesgado, crudo y fresco, desenfadado, de arrreglos sencillos y directos, magistralmente interpretados, y es que es muy muy musical. Ya dije antes que es un gran compositor, y esto se refleja particularmente en las melodías, de las que es un mago. Suena americano, hay tradición en su música (y particularmente en las guitarras), y a la vez contemporaneidad, así es que se entreve a una rata de ciudad (dicho con cariño), de Nueva York exactamente.  Y así es como suena, a su vez, Bill Frisell, tradicional y vanguardista, que colabora en algunos temas manchándolos con colores de su guitarra, tan particular.

Pues eso. Me encanta el título, y la portada… y esa cara, esa mirada de pillo que se esconde tras esas gafas. ¿Quién es Jesse Harris? Todo un personaje, seguro. While the music lasts, una aventura agradable y emocionante.

Con esto doy por concluido de paso mi exilio estival. Y no, no he estado todo este tiempo a la sopa boba, más me hubiera gustado. Mucho amor y leña al mono. Ci vediamo!!

Link a Spotify: The Ferdinandos – While the Music Lasts